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Abrirse a la esperanza una vez más


Héctor Lunar G. 


Todos los venezolanos tenemos un rol fundamental en la construcción de nuestra democracia. Es una tarea que no corresponde a unos pocos. Es una tarea popular, y que debemos avivar con solicitud, responsabilidad y generosidad por la nación... De allí el papel de la esperanza como ductor de la vida y anhelos ciudadanos...  

La Constitución de 1999 estableció que “Toda persona tiene el deber de cumplir con sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo y defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social” (art. 132). No debemos permitirnos el repliegue de las justas convicciones, aparentemente desbordadas por las elegías dejadas hasta ahora por un liderazgo político desconcertante. Más bien debemos ser recilientes como sociedad. 

Entrever en el corazón y mente de cada uno los propósitos que nos hacen dignos como ciudadanos y seres humanos, junto con posar la reflexiva mirada sobre el crítico escenario nacional cuya connotación contraría con creces la hazaña legendaria de la independencia patria y gravemente lesiona nuestras más legítimas aspiraciones personales y sociales, nos moverá irremediablemente a superar los escollos de la desunión y la apatía para proceder en concierto a la salvación republicana. 

...Hagamos resonar aquellas palabras del Libertador en la Carta de Jamaica: "Un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito." 

Un buen hijo de Dios y de la Patria es enemigo implacable de la iniquidad institucional y la corrupción... La tolerancia de estos vicios públicos corrompe el alma ciudadana, la destruye, la esclaviza y la atormenta, y así se deterioran, hasta desvanecerse, como en efecto acontece, los derechos fundamentales y, por consecuencia, el desarrollo económico y social de los ciudadanos... 

Mejor es abrirnos a la esperanza volver a soñar con una república próspera, democrática, pluralista, institucional y dispensadora de la vida y de la paz, una por la que vale la pena organizarse y volver a luchar con renovado entusiasmo. Para tal fin será necesario un itinerario de lucha cívica sobre tres bases: la unión convencida, la participación reflexiva y la acción militante.